jueves, 1 de agosto de 2019

ACOSO SEXUAL EN NOVIAZGO y violencia emoconal





Este texto es un correo que fue enviado a una chica con la que una amiga y joven desconocido, charlaban en un chat católico. Caro, mi amiga, mientras yo trabajaba me pedía consejo. Algunas ideas de este correo se las sugerí y la destinataria del correo las recibió en tiempo real. La chica acepto recibir un correo ampliando las ideas que se le dieron. El mensaje sufrió algunos cambios leves de redacción y la omisión de jerga mexicana y algunas expresiones malsonantes que use para referirme a los acosadores.


La paz del Señor hermanita, no se tu nombre, pero mi amiga Caro me hablo de tu situación y por eso te escribo. Antes que nada, me encomiendo al Espíritu Santo, para escribirte con sabiduría y prudencia. Que Jesús te muestre su amor y cuanto le importas en las palabras que te escribiré.



Has hablado con ella para pedir consejo y eso quiere decir que tienes inquietud y turbación, respeto a tu relación. Comenzaré hablando sobre cómo Dios cuida de nosotros. Dios nos dio sus mandamientos, nos decía un profesor de teología que mandamientos viene de manus y dare, mano y dar, mandamiento es dar la mano. Dios, da sus mandamientos no porque eso le aumente o agregue algo a su gloria a su grandeza y majestad. Nos da esos mandatos para salvarnos a nosotros. Jesús nos dice que si le amamos damos cumplimiento a sus mandatos, que son mandamientos de amor, amamos a Dios. Los necesitamos porque somos débiles y las consecuencias de no seguirlos suelen afectar nuestra vida y la de muchas otras personas.



EL AMOR INTERESADO






(El dibujo representa los conflictos que la protagonista de mi historia tenía entre el deber ser y el querer ser)

Con este relato de esta experiencia personal quiero contrastar aquella actitud del amor o el afecto interesados y cuestionar el egocentrismo de muchas personas, para las que las opiniones y valoración sobre una persona mudan según la libre elección de otro. La falsedad de su afecto se revela cuando no les son favorables las personas según sus intereses o pretensiones. 


Fue una tarde, un amigo iba a ir al teatro con una amiga suya, movido por la curiosidad, le acompañe hasta el lugar donde se encontraría y poder conocerla. Él tenía novia, me la presento y sin demora les deje para dirigirme a mi casa. La chica me gusto y me hice el aparecido en su cole, mi hermana estudiaba en el mismo. Ella muy abierta, tal vez con exceso de confianza, me permitió acompañarle a su casa aquel día. No fue difícil hacernos amigos, encontramos afinidad, comenzamos a vernos con frecuencia, me recibían bien en su casa, simpatice con su abuela, teníamos largas charlas por teléfono; había mucha reciprocidad y sorprendentemente encontrábamos coincidencias sobre lo que pensábamos y cómo pensábamos de las cosas: el “Universo”, fuera cuando niños, cuando adolescentes, etc. Con el tiempo ganábamos en confianza, nos enviábamos alguno que otro mensaje lindo –no como los que se envían unos enamorados–, pues en realidad, nuestro trato no dibujaba un romance. Por mi parte había decidido no considerarla para novia, yo tenía 26 y ella 17 años, aunque en el fondo lo deseara, pues me gustaba y me sentía muy bien con ella. Sin embargo, pasados casi nueve meses de amistad, yo había sucumbido a mi deseo, y me había permitido construir sentimientos que trascendían  los de la amistad. En aquellos días, charlaba con el amigo común y cómo adolescentes especulábamos sobre los sentimientos y querer de Neyla hacia mí. Él trato de sondear los sentimientos de ella, pero no había nada claro y yo no me sentía convencido, –en el fondo–, sabía que ella no me veía para enamorar,  ¿cuántas veces nos resistimos a asumir la realidad, cuando en el fondo la intuimos?  Ella percibió lo que me estaba pasando y, un viernes por la noche le hice llamada telefónica para confirmar un encuentro que habitamos pactado, ella abordo la situación, le confesé lo que me pasaba, lo hablamos y ella dijo que sólo me veía como amigo, –yo no le hice petición de noviazgo–, sin embargo si le pregunte si estaría abierta en el futuro, ella respondió que no, creo que esta fue la parte más fea de la charla para mí. No obstante, no tuvimos un dialogo accidentado, y que se tornara incómoda para alguno de los dos. Terminamos el asunto, acordamos la hora a la que pasaría a recogerla. Colgué el teléfono y regrese a mi cama. Ya solo, como un torrente confluyeron a mí, sentimientos, sensaciones y me costaba pensar.